Las nuevas generaciones en México serán fundamentalmente urbanas. De acuerdo con el INEGI, la población residente en zonas urbanas pasó de 63.8 millones en 2010 a 75.1 millones en 2015, lo que representó el 56.8 y 62.8 por ciento de la población nacional, respectivamente. Esta tendencia se mantendrá constante en los próximos años. 

Al mismo tiempo, las ciudades se están convirtiendo en clave para mejorar la vida de las personas: contribuir a atender el cambio climático, reducir los recursos naturales que utilizamos o lograr una mejor vida comunitaria.

Uno de los primeros pasos para lograr que estos objetivos se haga realidad es lograr que las nuevas viviendas reutilicen espacios urbanos, cerca de restaurantes, cines, oficinas y, sobre todo, de oficinas o escuelas. En las ciudades, esto solo se puede lograr a través de vivienda vertical.

La arquitectura vertical se resume en el uso del espacio ya edificado de manera eficiente. Sin embargo, la vivienda vertical no solo es construir edificios altos, parte de entender el estilo de vida de las personas para brindarles la oportunidad de llevarlo a cabo de manera práctica y cómoda, reduciendo su impacto en el medio ambiente. 

Por ejemplo, poder practicar deporte, tener espacios de convivencia y acceso a comodidades dentro de los mismos desarrollos o en las inmediaciones, evitando los traslados en automóvil.

Uno de los aspectos fundamentales de la vivienda vertical es que debe integrarse a las zonas urbanas, permitiendo a los nuevos habitantes conectar con los servicios que ya existen, es decir, tener un departamento a unos minutos de escuelas y oficinas, en lugar de cruzar la ciudad para las actividades cotidianas. 

Las urbes en todo el mundo están optando por desarrollar vivienda vertical. Los ejemplos son múltiples, hay estimaciones que señalan que alrededor del mundo ya podrían estar viviendo 60 millones de personas en edificios altos. En México, estamos en proceso de adoptar estos nuevos modelos, que combinan estilo de vida y funcionalidad.